lunes, 7 de mayo de 2007

Si en su anterior exposición, el pintor fragmentaba el caos creador para ordenarlo en naturaleza afín, aquí nos asegura una relación más compleja y madura de planteamientos. Espacios luminosos contrastados por grandes zonas de sombra o planos texturados de técnica muy diluida, permiten la transición y el diálogo fluido entre las pantallas potenciando el discurso formal del mensaje, que define su naturaleza pictórica en base a una fuerte plasticidad de conjunto. Fundamentados en la Naturaleza, el tratamiento de los matices técnicos singulariza el motivo y, a la vez, otorga unicidad a cada elemento: bruma, fuego, vida...; el entramado cromático y el juego de veladuras proponen un delicado desarrollo temporal en los lienzos, propiciando el formidable encuentro de las masas de color, auténticas vertebradoras del sentido espacial de la obra al conferir predicamento y emoción patente al balance compositivo.

Buen conocedor de los supuestos del arte actual, la pintura de Antonio Ortega interactúa con el presente ofreciéndonos una propuesta abierta y multiforme; exigiéndonos implicación personal y aporte en su concepción definitiva. Su obra debe mirarse – no podría ser de otra forma – bajo una noción primordial: “lo esencial es invisible a los ojos”. Ciérrelos el espectador, la espectadora, después de contemplarla, y déjese hablar por la lengua bífida de la pintura. La sentirán mientras la piensan, la sentirán emocionados.

MANUEL BOCANEGRA

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